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Cuento los pasos al regresar a casa, atravieso el pantano negro cuidándome de las sirenas encantadas que rondan, cientos de susurros que no escucho, alteran mi visión de por si perturbada...
[Y su respiración cambiaba de ritmo, alzaba lentamente su mano, horizontal arriba y por encima de la frente (he de mencionar lo calcinante del sol en la tarde de Quito)...]
Amuletos lejanos, injurias en voz baja, pueden ocultar la alegría de saber existente a la tristeza, flor innata que ahoga sofoca tiembla, tan ávida de vida, que se esparce por debajo de la piel, confundiéndose conmigo mismo....
[Es obvio el notar, la abstracción de la que es víctima. Mira. Allá va. Con el ceño y la mirada reducidos, su vida se escurre en las uñas mordidas. El caminar pausado lo delata. Abre su boca, pero hasta el aliento le huye, las palabras se esconden tras el silencio propio del suspiro. Vamos. Dame más. Una pista siquiera de lo que perturba tu mente.....]